Este libro es indispensable para los seguidores de Natalia Litvinova, porque en él se pueden escuchar resonancias de Esteparia, Grieta y Todo ajeno, pero también es una excelente puerta de entrada al mundo poético de la autora.
En Siguiente vitalidad la memoria construye escenas narrativas tomando extranjerías y recuerdos borrosos como origen. Lo más propio se vuelve ajeno y se embiste de ficción. Ocurre, como dice Piedad Bonnett, “una poesía de frontera: entre el sueño y la memoria, entre la sensualidad y el sufrimiento, entre la infancia y un ahora al que le brotan poemas”.
Surcado por la experiencia familiar de la II Guerra Mundial, las consecuencias de la apertura ecónomica post-soviética y el desastre de Chernóbil, Siguiente vitalidad constituye un radical ejercicio de memoria en el cual, como en toda la gran poesía rusa, las series históricas y biográficas están indisociablemente unidas. Palabras extrañas —Gómel, isbá, Chernóbil— que la autora invoca y transforma en amuleto atraviesan este libro emocionante acerca de la crudeza del exilio y sobre la necesidad de encontrar un lugar propio en la historia.
Comentarios
“Un humor tenue, una fina ironía no exenta de crueldad, atenúan cualquier desbordamiento sentimental cuando la voz femenina rememora al ausente que ama, o al abuelo que tiembla mientras se afeita, al padre, a la madre, los lejanos países de la infancia, la lejana Rusia que ya no existe”. Piedad Bonnett
“Es joven y ancestral: no hagamos cuentas. Sus poemas tienen el misterio de la sencillez, que es lo contrario de la simpleza. (…) Litvinova es bielorrusa y argentina y perfectamente extranjera, igual que todo el mundo. No exhibe teorías, solo temblores. No sabe dónde está, bendita ella. La única certeza que tiene es el talento”. Andrés Neuman
Este libro es indispensable para los seguidores de Natalia Litvinova, porque en él se pueden escuchar resonancias de Esteparia, Grieta y Todo ajeno, pero también es una excelente puerta de entrada al mundo poético de la autora.
En Siguiente vitalidad la memoria construye escenas narrativas tomando extranjerías y recuerdos borrosos como origen. Lo más propio se vuelve ajeno y se embiste de ficción. Ocurre, como dice Piedad Bonnett, “una poesía de frontera: entre el sueño y la memoria, entre la sensualidad y el sufrimiento, entre la infancia y un ahora al que le brotan poemas”.
Surcado por la experiencia familiar de la II Guerra Mundial, las consecuencias de la apertura ecónomica post-soviética y el desastre de Chernóbil, Siguiente vitalidad constituye un radical ejercicio de memoria en el cual, como en toda la gran poesía rusa, las series históricas y biográficas están indisociablemente unidas. Palabras extrañas —Gómel, isbá, Chernóbil— que la autora invoca y transforma en amuleto atraviesan este libro emocionante acerca de la crudeza del exilio y sobre la necesidad de encontrar un lugar propio en la historia.
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“Un humor tenue, una fina ironía no exenta de crueldad, atenúan cualquier desbordamiento sentimental cuando la voz femenina rememora al ausente que ama, o al abuelo que tiembla mientras se afeita, al padre, a la madre, los lejanos países de la infancia, la lejana Rusia que ya no existe”. Piedad Bonnett
“Es joven y ancestral: no hagamos cuentas. Sus poemas tienen el misterio de la sencillez, que es lo contrario de la simpleza. (…) Litvinova es bielorrusa y argentina y perfectamente extranjera, igual que todo el mundo. No exhibe teorías, solo temblores. No sabe dónde está, bendita ella. La única certeza que tiene es el talento”. Andrés Neuman